El 9 de julio de 1816 en la casa que había prestado gentilmente doña María Francisca Bazán, los diputados que habían llegado de todos los puntos del ex virreinato declararon la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Comenzaba una nueva etapa para lo que empezaba a ser nuestro país.
Éramos independientes políticamente “de España y de toda dominación extranjera”, pero la metrópoli nos había dejado en una situación muy delicada, que conduciría a una dependencia económica de otras potencias europeas. España no sólo no había fomentado el desarrollo industrial en sus colonias americanas, sino que hizo todo lo posible para obstaculizarlo y poner trabas al comercio entre las distintas regiones del extenso territorio.
El manejo del puerto y la Aduana en forma exclusiva e injusta por parte de Buenos Aires le permitían darse el lujo de importar todos los productos que precisaba sin necesidad de preocuparse por su fabricación y será el tema central de los enfrentamientos que comenzarán a darse por esta época y no concluirán hasta la década de 1870.
La situación de las provincias era diferente. En algunas regiones como en Cuyo, Córdoba, Corrientes y las provincias del Noroeste, se habían desarrollado pequeñas y medianas industrias, en algunos casos muy rudimentarias, pero que lograban abastecer a sus mercados internos y daban trabajo a los habitantes de estas regiones. Para el interior el comercio libre significó en muchos casos la ruina de sus economías regionales arrasadas por los productos importados más baratos y de mejor calidad.
Tras aquel primer paso, el 9 de julio de 1816, éramos independientes, sí, pero solamente en lo político; en lo económico empezamos a ser cada vez más dependientes de nuestra gran compradora y vendedora: Inglaterra.
A 204 años de aquel primer grito de independencia, seguimos luchando por nuestra segunda independencia, esa que desarrolle un mercado interno de forma inteligente, capaz de generar trabajo digno y sostenible en los pueblos del territorio argentino. Una independencia económica que nos ayude a construir una patria más justa, más libre y más soberana. Con esa perspectiva histórica recordamos ese 9 de Julio de 1816 y miramos nuestro presente para construir un mejor futuro.